Por alguna razón las
personas sentimos la necesidad de culpar a algo, sobre cuantas dificultades nos
acontecen a lo largo de nuestras vidas, y que de alguna manera sabemos que es responsabilidad
nuestra. Está claro que obviar este tipo de cosas y acusárselas a otros, puede
ser el camino más fácil para sentirnos bien con nosotros mismos, puesto que no
hay nada más gratificante que estar libre de culpa y señalar al otro. Algunas
personas suelen hacerlo atribuyendo estas responsabilidades ya sea a sus padres
y la forma en que los criaron, a sus relaciones negativas con los demás, a sus
condiciones socioeconómicas y entre otras dificultades de la vida, sosteniendo
la idea de que la culpa de las miserias y desgracias humanas que recaen sobre ellos
son debido a los demás. Es cierto, la
vida puede presentar muchos desafíos y muchas experiencias suelen causarnos
dolor. Sin embargo, culpar a otros por nuestra miseria, nos coloca automáticamente
en el papel de víctima.
Aun así, es probable que
la táctica de la victimización no sea tan mala en algunos casos, ya que dar un
puntapié en los dedos y culpar a otros, es quizás una justificación conveniente
para la miseria que experimentamos y nos alivia de asumir la responsabilidad de
un montón de trabajo personal que es necesario para alcanzar el bienestar que
buscamos. Sin embargo, cuando esta se convierte en una parte constante de
nuestra vida, esta se desarrolla en amargura, frustración, debilidad y
sufrimiento para su usuario. Ya que el alivio siempre es algo temporal, porque
dentro de nosotros sabemos que no somos capaces de tomar nuestras
responsabilidades y que solo estamos posponiendo lo inevitable. Nos encarcelados en nuestra propia amargura y
frustración, a la vez que nos lastimándonos a nosotros mismos.
Así pues, lo que estoy tratando
de narrar mediante este texto. Es una especie de monólogo para llegar a un
acuerdo sobre los propios valores y creencias sociales humanas que deberían ser
rescatadas, mientras que al mismo tiempo entro en discordia con aquello tan
socialmente aceptado como lo es la culpa, la cual se ve en sectores y
dimensiones humanas tan cotidianas como lo educativo, lo político, cultural
etc. Una compilación de pequeños juicios
de ira personales que buscan que reflexionemos sobre cómo estamos actuando hoy
como personas.
Es un proceso largo y difícil aceptar esas culpas que nos aquejan. Es un acto de valentía y de gran dificultad admitir cuando hemos hecho mal o actuado de forma incorrecta.
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