sábado, 14 de abril de 2018

¿cuán difícil puede ser enseñar?


Últimamente he percibido más de lo normal, ciertos comentarios en torno a la profesión de ser docente tanto en la vida académica universitaria como en la vida cotidiana. Comentarios que de alguna u otra forma mitifican lo que realmente somos los maestros y el esfuerzo que se requiere para hacerlo.  Me refiero a aquellos comentarios de pasillo o entre charlas pasajeras que se realizan en lugares tan cotidianos como el metro, una parada del bus, un centro comercial, donde se cuestiona tan severamente, que la profesión docente es algo sencillo que cualquiera puede realizar y que solo aquellos que la realizan, son personas con sueños frustrados que no crecieron y no maduraron debidamente, señalando principalmente y cito: “¿cuán difícil puede ser enseñar?”

Para las personas que estamos involucradas en el campo educativo puede sonar como una pregunta mezquina y ridícula, por tal grado de desconocimiento con la que es pronunciada tan comúnmente. Sin embargo, ¿cómo culpar a tales seres que son guiados como rebaños por los rumores populares del pasado y que ni siquiera se preocupan por verificar más allá de eso? Es algo lamentable, a decir verdad, puesto que solo piensan que enseñar es solo cumplir un horario y seguir una guía; cuando la enseñanza es mucho más que eso. El conocimiento no se transfiere ni se transmite, ni se transpone, el conocimiento se conquista.  Ese es el papel de ser del maestro, el de ser un guía del alumno en el proceso de conquistar el conocimiento y no un obstáculo que lo llene de información vacía y nuble sus juicios. Como dijo Leo Buscaglia en su libro, Vivir, amar y aprender:

Si tomamos la palabra «educador», vemos que proviene del latín educare, que significa guiar; conducir. Eso es lo que significa, guiar, manifestar entusiasmo uno mismo, comprender uno mismo, poner todo el material delante de los demás y decir: «Miren qué maravilloso es el conocimiento. Vengan y prueben conmigo.

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