Desde temprana
edad, mis padres me inculcaron a realizar todas las actividades que tenía pendiente
mucho antes del tiempo previsto para ser presentadas, teniendo siempre presente
el dichoso dicho: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Sin embargo, El hecho de que me hubiera sido inculcado
tal comportamiento, no implicó para mí que tuviera que aplicarlo a mi vida. A
decir verdad, lo intenté, pero me fue imposible, ya que la sensación de encontrarme
presionado al realizar algo al límite, me producía sentir la responsabilidad de
mis actos en mis propias manos y el rol de enfrentarme a un gran desafío. El
cual era difícil de resistir, puesto que comúnmente me ha gustado probar
plenamente mis capacidades ante la adversidad y el desespero.
Algunas veces me
pregunté, ¿por qué te haces esto a ti mismo? A lo que solía contestar que es una tendencia masoquista
de presionarme siempre que tenga alternativa, lo que a muchas personas podría sonarles
demasiado raro y enfermizo, pero es lo que para mí funciona. Es por medio de
este tipo de situaciones en donde puedo trabajar realmente bien y se debe a lo
que científicamente es conocido como ansiedad productiva, la cual se usa como un
incentivo por su usuario para aumentar su productividad. Sin embargo, no todos
los que padecemos este complejo los hacemos por las mismas razones. Algunos son
solo por falta de motivación, puesto que no tienen ningún incentivo para
realizar sus tareas y otros por miedo al fracaso debido a que sienten que
esforzarse no vale la pena, ya que los resultados serán los mismos de siempre. Es
por ello, que a través de este escrito, quiero reconocer lo admirable que pueden ser aquellas personas que se toman todo el tiempo
para prepararse y realizar las cosas a su debido tiempo, puesto que hacerlo
desde mi punto de vista es una tarea que requiere demasiada fuerza de voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario