Viernes 26 de Enero 2018
¿Qué sucedería si todos
los seres humanos dejaran de escuchar por un momento? ¿Entenderían con claridad
el sentido de todo aquello plasmado faltante de sonido que los rodea sin ningún
prejuicio e imaginario? O ¿acaso no hay que llegar a tal extremo para conocer
la respuesta porque podemos decir con certeza que sabemos escuchar? ¿No es pues
la escucha una habilidad dada por sentada que los seres humanos tienen? Si es así, ¿por qué existen tantos problemas
para entender lo que los demás dicen o expresan en la vida social? Estas son algunas
incógnitas que han empezado a retumbar en mi mente desde el primer momento que empecé
a reflexionar sobre algo tan cotidiano como es solo detenerse y escuchar.
Desde el momento en que los
seres humanos son concebidos al mundo e incluso antes, se encuentran expuestos
consciente e inconscientemente a múltiples sonidos del mundo, ya sea por sus
padres, el ambiente o futuros amigos que de alguna u otra manera comunican a
sus tímpanos información sobre el mundo que los rodea. Es esta acción tan mecánica que empezamos a
desarrollar desde pequeños; que durante nuestro crecimiento comenzamos a pensar
que tan solo porque captamos los que los demás dicen, podemos comprender la
totalidad de su mensaje y la verdad nada puede ser más erróneo. Escuchar no es solo captar sonidos, es darle
sentido a lo que los demás comparten ante nosotros sin llegar a los prejuicios,
es estar abierto a lo que los demás dicen y darle significado. Como lo fue
vivido en la clase de naturaleza de las áreas en el momento en que nos detuvimos
a comprender los significados que cada compañero le otorgó a las obras
plasmadas que los identificaban.