Últimamente he estado pensando más de lo usual acerca de una pregunta que alguna vez intente responder, pero que en ese proceso olvide totalmente. ¿Las acciones que los seres humanos tomamos en nuestras vidas son realmente lo que deseamos hacer o lo que se espera nosotros? Siendo honesto es una pregunta muy compleja, por lo que explicaría porque la deje a un lado durante un tiempo. Sin embargo, el hecho de que la retome ahora no significa que posea una respuesta definitiva, sino que tal vez, ahora poseo más elementos para la construcción de una aproximación a esta cuestión que me perturba.
Por alguna razón, todas
las personas desde que nacen hasta que mueren esperan algo de los demás, ya sea
por parte de los padres hacia sus hijos, entre esposos, amigos, conocidos, siempre
se espera algo. Esto, por supuesto, está en cierta medida justificado, ya que vivimos
en una sociedad y, por tanto, sujetos a relacionarnos unos con otros. Para
ello, exactamente fue que desarrollamos la comunicación. Para entender nuestras
necesidades y escuchar las demandas de los demás en fin de suplirlas. Sin embargo,
el gran problema de esta relación comienza cuando la expectativa de responder al
otro crea un problema para nuestra personalidad, es decir, empieza a regir el
modo como actuamos y pensamos.
Un ejemplo de ello es el
caso de cuando somos pequeños, donde nuestros padres nos exigen como actuar y
movernos independientemente de nuestros deseos, con el propósito de enseñarnos
ciertos comportamientos o formas de pensar mediante la premiación y el castigo.
Esta tendencia aviva aún más cuando crecemos, ya que nuestros padres esperan
aún más cosas de nosotros, las cuales si no son respondidas satisfactoriamente
como fueron planeadas son igualmente castigadas o premiadas, pero desde un
punto de vista mas social como lo puede ser una cara de felicitación o un
rostro de decepción.
De este modo, las
acciones que decidimos desarrollar en nuestra vida diaria están particularmente
condicionadas, puesto que nos encontramos en constante búsqueda de la
meritocracia en la toma de decisiones de nuestras vidas, más que en lo que
realmente queremos hacer. Puesto que, al ser seres sociales buscamos continuamente
que el otro se fije en nosotros, haciendo todo lo posible para lograrlo, inclusive si para ello de ser necesario debamos crear nuestra imagen al
servicio del otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario